Relatos de lo Inesperado
16 septiembre 2009
Pav se graduó en medicina por la Universidad de Nottingham, y se especializó en Medicina Interna de Adultos y en Medicina General en Londres. Actualmente trabaja en el hospital de Mweso en Kivu Norte, República Democrática del Congo, donde es responsable de los departamentos de medicina, maternidad y pediatría y del laboratorio.
Esta mañana he visto un bebé que había sido mordido por una rata. Nunca había visto nada parecido. Nunca hubiese podido imaginar que vería algo así. Tal como la responsable de enfermería dijo: “Aaaah, ça c’est la vie au Congo, toujours triste.”
Así que llego a cuidados intensivos esta mañana y la enfermera me dice, “Tenemos un problema, un bebé con una infección neonatal…que ha sido mordido por una rata.” Imagináoslo. Primero pensé que lo había oído mal. Pero desgraciadamente era cierto. Parecía como esas calabazas medio comidas que solíamos ver fuera de nuestra cocina antes de la llegada del gato. Esta pequeña tragedia ha desbancado a la de la mujer con la terrible y supurante quemadura, a la de la muchacha adolescente que murió de cáncer ano-rectal, lo desbancó todo. Algo tan pequeño y tan horrible: una pequeña herida, un bebé minúsculo – y la casi total certeza ahora de que no va a sobrevivir. Tiene una herida del tamaño de una naranja en su cabeza, a pesar del hecho de que estaba durmiendo en la misma cama que su madre, a pesar del hecho que estaba en la UCI, y tenía fiebre a pesar de los antibióticos y corría un elevado riesgo de contraer el tétanos. Cambiamos los antibióticos al Ceftriaxone porque es lo más fuerte que tenemos, y al Metronidazol porque da buena cobertura contra la bacteria anaeróbica y le pusimos una inyección de inmunoglobulina antitetánica. Y pedimos seis ratoneras a fin de impedir que incidentes semejantes volviesen a repetirse en el futuro. Ya os iré contando lo que ocurre.
Y por si esto fuera poco, esa misma tarde, cuando a las 2pm, me dirigía a la sesión de formación sobre “Manejo de Partos Normales” me llamaron por radio para una urgencia en el camino. El coordinador de terreno y el jefe de misión habían ido a visitar el campo de desplazados de Mpati arriba en la montaña para evaluar la situación allí y habían regresado con una mujer con un parto obstruido desde hacía dos días. Pero en el camino como por arte de magia se desobstruyó (los baches en la carretera suelen tener estos efectos, no es broma) y había empezado a dar a luz. Sin ninguna persona sanitaria a bordo. Una de las comadronas del hospital y yo nos montamos en un jeep con el conductor empeñados en llegar allí antes de que ocurriese. No lo conseguimos. La voz del jefe de misión se oyó por la radio “OK, el bebé acaba de nacer…Lo que pasa es que… No sabemos lo que hay que hacer ahora….” El bebé no respira y tengo que indicarles por radio lo que deben hacer mientras me sujeto con fuerza al asidor de la puerta del coche para no darme con la cabeza en el techo mientras el conductor ignora los baches en la enfangada pista sobre la que corre espiritado para llegar a la escena en cuestión cuanto antes. Os aseguro que aquí no tenemos tiempo de aburrirnos.
Afortunadamente todo parece estar bien, el bebé ya respira y le han puesto por nombre Bahati, “Suerte” en suahili.
Estoy destrozada. Pero esto sigue.
Posdata: Felizmente, nuestro “bebé rata” (como cariñosamente empezamos a llamarle) se recuperó bien y milagrosamente le dimos el alta en una semana. Y cada mañana cuando llego a la unidad de cuidados intensivos, las enfermeras con orgullo me comunican cuántas ratas han podido matar en una noche. No hay mal que por bien no venga, supongo.
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